Esta semana la cosa ha ido regular. Dos han acabado
directamente en la basura y tres están en observación. No sé que va a ser de
ellos. Espero rescatarlos, aunque uno en concreto tiene bastante mala pinta.
Este que dejo hoy es el único que se ha salvado de la quema.
No daba un céntimo por él pero poco a poco ha ido resucitando y el resultado final me es satisfactorio.
Cuando pinto, muchas veces meto la pata de forma “equilibrada”,
es decir, la cosa queda en un punto intermedio entre dos opciones antagónicas:
el desastre total o la recuperación de la criatura. En
estos casos nunca tiro nada. Son esas obras que las miras y dices: no pero…
Esas aún tienen posibilidades, y aunque no están nada claras,
se intuyen. Yo las dejo un tiempo a parte y sigo con otra cosa. Cuando pasan
unos días, o incluso unas semanas, las retomo, y ahí ya las veo de otra manera. Pero ahora es cuando
viene la prueba de fuego. Si acierto en el tratamiento de recuperación se nota
rápido, y ya sé que la cosa está salvada. Muy torpe hay que estar para
estropearlas otra vez, aunque todo es posible y doy fe de ello. En ese caso vamos
de entierro sin luto y sin llanto, que hablamos de pintura y la inspiración acecha.
Por supuesto, el berrinche no te lo quita nadie, pero así es
la vida del artista.
Recordatorio: no todo está perdido cuando algo se desvía del
camino previsto. Casi siempre este desvío ofrece nuevas rutas para descubrir
cosas que de otra forma no las haría.
Anteperseida · Bolígrafo y acrílico sobre papel · 20x20